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Bullying o el Acoso Escolar: Cuando el aula duele

Por: Leydis Luisa Mitjans

Daniel —llamémosle Daniel— siente miedo. Un miedo que paraliza su cuerpo y que le llena los ojos de lágrimas. Un miedo que ya no se va nunca, porque se apoderó de un rincón en los escasos recuerdos que acumulan sus 6 años. El monstruo al que teme exhibe un rostro bien definido, que hasta se le parece, sale de día y comparte con él, la edad de la inocencia.

Dice el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) que el acoso puede identificarse a través de tres características: intención, repetición y poder; que un acosador busca causar dolor, y que los niños tienen más probabilidades de ser víctimas de acoso físico, mientras que las niñas suelen sufrir acoso psicológico.

El 2 de mayo se designó como el Día Internacional contra el Bullying o el Acoso Escolar con el objetivo de concienciar al respecto y buscar mecanismos para evitar un problema que, en Cuba, resulta más frecuente de lo que revelan los debates públicos y mediáticos.

De hecho, aunque en la nación las cifras al respecto no son tan visibles, ya algunos estudios de alcance moderado corroboran lo que consideran evidente quienes interactúan con niñas, niños o adolescentes.

El artículo Comportamiento del acoso escolar en adolescentes de 14 a 17 años del Preuniversitario Saúl Delgado de La Habana, publicado en el año 2021, concluyó que el acoso escolar tuvo una incidencia similar a la de los países desarrollados. Este resultado se correspondió con los arrojados por otras investigaciones científicas del archipiélago, que han colocado la mirada en lo que desde hace tiempo se considera un problema creciente a nivel global.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, «casi uno de cada tres estudiantes en todo el mundo dice haber sido agredido físicamente al menos una vez a lo largo del año. Cada mes, el acoso afecta a uno de cada tres estudiantes». En este escenario —refiere la UNESCO —ciertos grupos sufren de manera desproporcionada en función del género, orientación sexual, situación socioeconómica u otras señas de identidad.

Sin embargo, los números son espejos rotos para mostrar el dolor, que muchas veces se escribe en singular, pero que casi siempre es plural.

¿Cómo se describen los gritos en medio de la noche, la agonía entre el sueño y el miedo a soñar, el orine en las sábanas, el llanto para no ir a la escuela, las patadas para no entrar al aula, la soledad, los silencios forzosos? ¿Cómo se habla de la culpa, de esas señales que nadie vio o que nadie interpretó de manera adecuada? ¿A quién se le confía la vergüenza de pertenecer al universo de la víctima o del victimario?

Ahora Daniel asiste a otro centro docente y lo trata una psicóloga. En la escuela anterior le quitaban la merienda y lo golpeaban cuando no llevaba. De nada sirvieron las conversaciones con los acosadores o con sus madres y padres. Tampoco sirvió que a Daniel le exigieran «defenderse». Para él solo funcionó el traslado hacia otro entorno. No obstante, ahora, quizás, otra víctima ocupe su lugar.

Cuba carece de protocolos específicos para el enfrentamiento al acoso escolar. De ahí que, ante una situación de esta índole, los caminos para una posible solución transversalizan las capacidades y la sensibilidad de los actores escolares y de las familias.

«Muchas personas (familiares o docentes) no le conceden suficiente importancia al acoso escolar, considerando que es algo que siempre ha existido y que es normal en los contextos escolares. Si este tipo de criterios justifica que los adultos a cargo de los cuidados y educación infantil no hagan nada ante la presencia del Bullying, ellos estarán siendo responsables de las afectaciones sobre el bienestar psicológico de las/los implicados».

De esta forma se expresó el proyecto cubano Crianza Respetuosa mediante un texto sobre el acoso escolar, donde se ofreció, además, un acercamiento a los perfiles de víctimas y victimarios.

«Las razones por las que un niño o adolescente puede convertirse en víctima de acoso escolar, son diversas y se combinan entre sí. Puede ocurrir si tienen alguna condición o característica física o psicológica que los hace diferentes de la mayoría. También son más propensos los que son muy tímidos o a los que les resulta difícil el contacto con los demás. Otra causa tiene que ver con aquellos niños que reciben maltratos frecuentes en sus hogares, pues se acostumbran a esta situación y no reaccionan ante el acoso».

Respecto a los victimarios, refiere que suelen haber sido ellos mismos víctimas de maltratos o acosos en el pasado, y entonces pasan a ejercer ese mismo tipo de relación abusiva para sentirse poderosos. Otros, por su parte, asumen este comportamiento para satisfacer necesidades de reconocimiento del grupo, o por temor a convertirse ellos en víctimas. “Los problemas de salud mental suelen también estar presentes en el grupo de los agresores, y la proyección al futuro de esos infantes, si no se actúa educativamente, exhibe muy mal pronóstico”.

La mamá de Daniel no habló con la periodista. Dijo que no podía. En su rol también de madre, de vecina, sin micrófonos ni libretas, ha escuchado una realidad que por ahora no terminará, porque el camino de la salud mental, tanto individual como familiar, es largo y casi nunca en línea recta. No obstante, aceptar y lograr la ayuda profesional es, quizás, el inicio más deseado. Otros, no han tenido tanta suerte.

Si bien para Cuba el acoso escolar no es una realidad nueva, las desigualdades cada vez más crecientes del contexto actual, unido al incremento de los debates públicos sobre salud, sexualidad, derechos sexuales, racialidad, política, entre otros temas que antes eran menos visibles, complejizan un entorno escolar que muchas veces no tiene el personal necesario o capacitado para lidiar con los retos del presente; algo que le ocurre también a no pocas familias, centradas en colocar comida en la mesa.

Los abordajes más adecuados ante casos de esta índole podrían estar, precisamente, en el fortalecimiento del binomio escuela-familias, siempre con la perspectiva de que la mejor herramienta está en la prevención.

 

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