Por: Adianez Salles, Rosmery Bejerano González, Daniela Hernández Alfonso
Con apenas 23 años, Carlos Antonio Torres tomó, como él mismo la define, “una de las decisiones más determinantes de su vida”. Enfrentar las trabas en su centro de trabajo, los señalamientos de amigos y familiares cercanos y sus propios cuestionamientos no fue una tarea fácil, pero ello no le impidió asumir completamente el cuidado de su primer hijo y acogerse a la licencia de paternidad.
El joven, elaborador de alimentos en un centro de recreo en la ciudad de Manzanillo, en la provincia de Granma, solicitó este beneficio en agosto de 2020, cuando su hijo cumplió los seis meses de edad. “Mi esposa, estudiante de tercer año de Medicina, debía continuar sus estudios en septiembre. Mi madre, por complicaciones de salud, no podía cuidarlo y la abuela materna prestaba, en ese entonces, servicios como profesora en el exterior”, explica Torres, en entrevista para el sitio web del Instituto de Previsión Social (IPS).
En todo ese tiempo, los desafíos fueron disímiles. «Por ser mi primer hijo, todo aquello era nuevo para mí. Tuve que aprender a cuidarlo, bañarlo, prepararle la comida, estar pendiente de su sueño. Muchos amigos me cuestionaban y, en algún punto, yo llegué también a hacerlo. A los hombres no nos educan para dedicarnos a esto. Sin embargo, no me arrepiento. Es mi mayor bendición y ese tiempo con él no tuvo precio», asegura.
Carlos Antonio Torres es uno de los 125 hombres que desde 2003 hasta la actualidad han solicitado en Cuba la licencia de paternidad. En los últimos veinte años la realidad no ha cambiado mucho, pues los informes de Anuarios Estadísticos de Salud señalan que, en el 2022, apenas ocho padres se acogieron a este beneficio, en un año donde fueron registrados en el país alrededor de 95 000 nacimientos.
Licencia de paternidad en Cuba: cuando los datos hablan
Al iniciar las gestiones, los jefes del centro de trabajo de Carlos Antonio Torres mostraron inconvenientes para concederle la licencia de paternidad, porque su salida temporal agravaba la situación de escasez de personal. No obstante, él consultó todas las legislaciones vigentes y, ante el impedimento, reclamó sus derechos.
A comienzos de febrero del 2021, su bebé cumplió el año. Vencido el tiempo de las prestaciones de la seguridad social y con ello el pago de 60 por ciento del salario, Torres decidió solicitar una licencia sin sueldo, debido a que el pequeño todavía no caminaba, condición imprescindible para entrar a los círculos infantiles estatales.
La licencia de maternidad y paternidad es un derecho consagrado en la legislación cubana. La Ley 1263 “De la Maternidad de la Trabajadora”, del año 1974, fue la primera del país en regular los derechos de la mujer trabajadora durante el proceso de maternidad, así como la responsabilidad compartida de la figura paterna.
La posterior actualización del año 2003, a través del Decreto Ley 234, estableció que la madre podía disfrutar de la licencia hasta el primer año de vida del o la menor y ambos, la madre y el padre, tenían derecho a acordar, cuál de los dos acogería la licencia retribuida a partir del vencimiento de la licencia postnatal.
La licencia por paternidad consiste, desde entonces, en el receso laboral de carácter obligatorio que el empleador otorga a un trabajador por el nacimiento de un hijo. Los padres pueden acogerse a este beneficio desde las doce semanas (a partir del nacimiento). A inicios de 2024, se extendió el permiso parental a 15 meses, la segunda vez en menos de un quinquenio que el país adopta una resolución de tal beneficio para los progenitores.
Como refrenda la ley, para el ejercicio jurídico de este derecho solo es necesario, en primer lugar, decidir en el núcleo familiar quién acogerá el beneficio y, posteriormente, presentar en la administración del centro de trabajo de cada progenitor la documentación personal del padre o la madre junto con un escrito de la decisión.
En la actualidad, con la emisión del Decreto Ley 339 en el año 2017, que derogó toda legislación anterior, los derechos de licencia favorecen también a la abuela, abuelo, maternos o paternos, u otro familiar hasta que el menor arribe al primer año de vida.
A pesar de ello, los números hablan por sí solos. La doctora Arahazay Lami Hormaza, especialista del CENESEX y coordinadora de las Jornadas “Maternidad y Paternidad. Iguales en derechos y responsabilidades” considera que la cifra de padres que solicitan la licencia resulta ínfima, en correspondencia con los 20 años que la política lleva en vigor. A su consideración, si bien determina el factor del desconocimiento de la ley, la «causa fundamental de este número radica en que desde el nacimiento la educación responde a modelos de género socialmente establecidos que determinan funciones y roles según el sexo asignado al nacer».
En ese sentido, explica que «el imaginario social ubica a la mujer como cuidadora primordial, insustituible e imprescindible, mientras que el hombre representa una figura torpe e incapaz de cuidar como lo hace la madre”.
Los resultados de una encuesta aplicada para los objetos de esta investigación así lo ratifican. De los participantes (46 personas: 8 mujeres y 38 hombres de las provincias La Habana, Mayabeque, Artemisa, Pinar del Río y Matanzas), 19 de ellos consideran que tanto acogerse a una licencia como, en sentido general, a los cuidados y la atención de los hijos, corresponde a la figura materna.
Asimismo, al responder por qué pedirían licencia de paternidad, 32 encuestados refirieron en sus respuestas que: en caso de no tener otra opción; de que la madre tenga un puesto de trabajo mejor remunerado; de ser padre soltero; de que la mamá haya fallecido o abandonado al niño, entre otras similares.
La Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género (ENIG 2016), aplicada en noviembre de 2016, aportó novedosos resultados científicos acerca de este particular y otros aspectos relacionados con la igualdad y las desigualdades de género en Cuba. Con una muestra representativa nacional de hombres y mujeres de 15 a 74 años, por regiones del país y zonas de residencia, el estudio constató que aun cuando la mayoría de las personas consideran que debe existir una distribución equitativa del poder en la pareja, donde ambos participen en los procesos de toma de decisiones relativas a la tenencia de hijos y su cuidado, persisten brechas de género.
La ENIG recogió que casi el 60 por ciento de los hombres y las mujeres estuvieron de acuerdo en que los bebés deben estar más cerca de su madre que de su padre, y el 51 por ciento creía que un hombre no puede brindar la misma atención a su hijo que una mujer.
Mientras, con respecto al trabajo no remunerado, las mujeres dedican 14 horas más como promedio en una semana que los hombres. Ellas continúan asumiendo las tareas domésticas y de cuidados de manera preponderante, incluso cuando están ocupadas en la economía.
Por otro lado, el Atlas de la infancia y la adolescencia en Cuba, publicado en 2017, mostró que de cada 100 niños y adolescentes, 49 vivían con ambos padres, 13 bajo el cuidado de otras personas y 38 solo con la madre o con el padre, aunque de ellos el 90% lo hacía solo con su mamá. Por tanto, como plantean Liliana Mayer, Mariana Lerchundi y María Isabel Domínguez en el libro Las desigualdades en clave generacional hoy: las juventudes y las infancias en el escenario latinoamericano y caribeño, son principalmente las madres cubanas quienes tienen bajo su cuidado a niños, niñas y adolescentes.
Ello demuestra que la solicitud de la licencia constituye solo un punto más dentro del complejo proceso de paternidad responsable que inicia antes y durante el parto, y que para su exitoso desarrollo requiere también del desmontaje de una serie de estereotipos de género que persisten hoy en la sociedad cubana.
Paternidad responsable: por y para los hijos
Reinaldo Hernández se hizo papá a los 32 años. “Ya tenía la madurez suficiente para ejercer la paternidad, pero siempre que llega un bebé te encuentras con múltiples desafíos, más cuando decides asumir funciones que por lo general le tocan a las madres”, asegura.
“Yo no solicité licencia de paternidad, lo hizo mi esposa, aunque tenía claro que a pesar de seguir trabajando me tocaba cuidar de mi hijo y participar en todo. Sin embargo, cuando vas tú a una consulta con el niño en vez de la mamá, por ejemplo, suenan alarmas, es un problema. Y no solo eso, hay también muchos prejuicios en la sociedad que hacen a muchos padres asumir un rol pasivo ”, dice Reinaldo.
La especialista del CENESEX, Arahazay Lami Hormaza, puntualiza que “la paternidad responsable involucra no solo la obligación de aportar soporte económico de los hijos e hijas, sino funciones afectivas, de soporte emocional, de cuidado, psicológicas, educativas, y otras en función de su bienestar y desarrollo integral”.
Por su parte, Jesús Muñoz, miembro de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades estima que la paternidad responsable, en primer lugar, parte de la presencia. Y ello no solo implica estar físicamente — que en algunos escenarios no resulta posible por diferentes motivos —, sino a la preocupación y ocupación constante por la crianza, que abarca cuestiones tan diversas como la educación en valores, la instrucción, los momentos de ocio, la alimentación, los cuidados en materia de salud y los afectos.
Si bien esto no constituye una relación de causa y efecto, como explica Muñoz, el ejercicio de una paternidad responsable incentiva, por lo general, el crecimiento de los niños con mejores habilidades sociales y capacidad de diálogo, más herramientas para afrontar las complejidades de cada etapa del ciclo de vida y mejor posición para entender y no reproducir violencias.
Al respecto, Muñoz añade que “una paternidad cuidadora, afectiva y presente, contribuye de igual forma a estimular la igualdad de género, porque genera un impacto en la vida de las personas adultas vinculadas a la descendencia y, además, los niños y niñas crecen normalizando maneras equitativas de relacionarse con sus semejantes”.
No obstante, la Encuesta por Indicadores Múltiples Conglomerados alerta, en su edición del 2019 que solo 3 de cada 10 niños en Cuba realiza actividades de aprendizaje con su padre. Y, específicamente, en la zonas rurales, solo el 25,3 por ciento de los niños y niñas de 2 a 4 años recibe apoyo paterno para su desarrollo educativo.
Acerca de la situación que reflejan estas estadísticas, Muñoz considera que en Cuba, en realidad, abundan las denominadas paternidades “en tránsito” o “con modelos variables hacia lo equitativo”. “Un ejemplo de ello son los padres que puertas adentro están implicados en todos los procesos de desarrollo asociados a la alimentación, los cuidados, los recursos económicos, las cuestiones escolares y de estímulo integral, aún cuando en público presentan dificultades para mostrar afecto y cariño”, explica.
Sin embargo, como el propio Carlos Antonio Torres apuntaba al inicio de este texto, a los hombres no los educan para dedicarse a eso. Los modelos patriarcales asignados, aprehendidos y asumidos condicionan la maternidad y la paternidad. El imaginario social sitúa a la madre en un rol de cuidadora principal encargada de los hijos e hijas, responsable de la satisfacción de sus necesidades educativas y de cuidados, el apoyo en las tareas escolares y con una mayor cercanía afectiva y comunicación.
En cambio, la figura paterna se percibe en un rol poco activo, al construirse esta función desde la satisfacción de las necesidades y demandas materiales de los hijos y las hijas, la imposición de disciplina y autoridad. Así, históricamente, las formas tradicionales de vivir el proceso de la paternidad implican que los hombres sean serios, reservados, poco comunicativos, menos dados al contacto físico y a mostrar júbilo o emociones espontáneas.
Con base en esto, la doctora Lami Hormaza explica que los estereotipos sexistas se fundan desde la segregación de los roles de género, lo cual ha constituido un campo primario para el ejercicio del poder con la instauración de un modelo patriarcal. “Hay que tener en cuenta que son violentas las expropiaciones manifiestas en la construcción sociohistórica de los roles de género, donde al hombre se le han atribuido privilegios, pero no puede expresar sus malestares porque su problemática es silenciada”, añade. Todo ello le ha llevado entonces a limitarse en mostrar afectos y perderse, muchas veces, una paternidad en corresponsabilidad.
Políticas públicas, iniciativas y proyecciones
La Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) establece en el artículo 18, incisos 1, 2 y 3, que el Estado debe garantizar “el reconocimiento del principio de que ambos padres tienen obligaciones comunes en lo que respecta a la crianza y el desarrollo del niño”. Por ello, la responsabilidad, tanto materna como paterna, está amparada en Cuba por normas jurídicas que establecen los derechos y obligaciones fundamentales en las relaciones entre padres, madres e hijos.
Pero, como leyes insertas en el marco de interrelaciones sociales con dinámicas en constante cambio y transformación, el país procura su actualización frecuente en aras de cerrar mucho más las brechas derivadas de la cultura patriarcal y machista que aún hegemoniza las relaciones sociales y familiares.
Tal es el caso del vigente Código de las Familias, aprobado en referendo en septiembre de 2022. En sintonía con otras legislaciones contemporáneas, el texto, además de reconocer el matrimonio igualitario, la gestación solidaria y la adopción por parejas del mismo género, modificó el concepto de patria potestad por el de responsabilidad parental.
Con ello, la legislación promueve el tránsito de relaciones intrafamiliares verticales y autoritarias hacia un paradigma más horizontal en la comunicación, crianza y educación de las y los menores por sus progenitores, tutores, abuelos y otros familiares.
La convivencia en Cuba de paternidades tradicionales, emergentes y diversas, inevitablemente, entraña retos tanto para las políticas públicas dirigidas a acortar brechas de género, como a los necesarios cambios culturales a favor de la equidad. No obstante, conscientes de la necesidad de socavar los modelos tradicionales de masculinidades y feminidades, y los roles asociados a estos en la crianza de los hijos, diversas instituciones, organizaciones y comunidades del país desarrollan iniciativas con tal fin.
El CENESEX fomenta, desde el año 2014, las Jornadas “Maternidad y Paternidad. Iguales en derechos y responsabilidades”. Estas campañas de bien público constituyen una iniciativa de la Dra.C. Mariela Castro Espín, directora del centro para incentivar la reflexión en torno al ejercicio de la maternidad y la paternidad de manera responsable y en igualdad de derechos.
Desde el cuestionamiento constante del “deber ser” instituido en la construcción sociohistórica de los roles de madre y padre, las jornadas, como refiere su coordinadora, potencian el desarrollo de metodologías orientadas a la sensibilización y capacitación de familias y profesionales con una participación protagónica en la habilitación de niños, niñas y adolescentes durante su crecimiento; e impulsan y socializan investigaciones científicas relacionadas con este tema.
También, la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades, creada en 2007 y coordinada en Cuba, es un proyecto que, desde el activismo, busca generar conciencia sobre problemas como la violencia de género, los estereotipos de masculinidades, el papel de los medios de comunicación en la reproducción de prejuicios y mitos, las nuevas formas de ser hombre, la paternidad y otros temas afines.
Recientemente, además, los Ministerios de Salud y Educación del país, con el apoyo del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) concretaron el proyecto “Padres desde el Principio”. Esta iniciativa no solo promueve el acompañamiento de la figura paterna en la maternidad, sino también su protagonismo antes, durante y después del parto.
Estos proyectos tiene lugar también en las comunidades. Con folletos, pancartas, visitas casa a casa, mensajes radiales o intervenciones en la televisión, más de dos mil promotoras del Programa Educa a tu Hijo, como alternativa comunitaria de educación en la primera infancia, sensibilizan y capacitan acerca de paternidad responsable en localidades de todo el país, incluidas zonas remotas o de difícil acceso.
Al respecto, la especialista del CENESEX, Arahazay Lami Hormaza, considera que el trabajo de promoción de la paternidad responsable de estas iniciativas debe partir del desmontaje de una serie de estereotipos aprehendidos. No son suficientes los esfuerzos, por lo cual urgen más acciones educativas y comunicativas para la comprensión social de las violencias implícitas en la construcción histórica de los roles de género.
“Para ello, resulta imprescindible visibilizar la problemática silenciada del hombre, donde les fue expropiada su paternidad, y demostrar que los cuidados son un derecho y una responsabilidad de todas y todos; y que los modelos de crianza reproducen normas de un sistema heteropatriarcal”, enfatiza la experta.
Vivimos en una sociedad que, a pesar de los avances en materia de igualdad y reflexiones críticas sobre la vida cotidiana, aún reproduce en sus múltiples espacios sociales una visión machista de los roles que deben asumir mujeres y hombres. En ese sentido, los medios de comunicación y las industrias culturales como instituciones educativas en el marco social son esenciales para desmontar mitos y estereotipos de paternidades tradicionales y machistas.
Como reflexiona el también periodista Jesús Muñoz, este rol no solo implica cuestionar la paternidad cuando no se ejerce bien, sino buscar resortes comunicativos y creativos para mover la sensibilidad de todas las personas hacia la dirección correcta: “revalorizar la importancia del padre en la vida de su descendencia”.
Pero, tal transformación no es trabajo de una sola institución. Que existan más padres como Carlos Antonio o Reinaldo, y que estos no se encuentren con dificultades y prejuicios al ejercer la paternidad responsable, constituye una labor social, la cual requiere de la acción conjunta de familias, entidades educativas, organizaciones, comunidades, medios de comunicación y decisores, para garantizar también la equidad de género desde el ejercicio de la maternidad y la paternidad en Cuba.