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Amamos la Patria de Lincoln tanto como odiamos la tiranía de Trump

La muerte de George Floyd en Minneapolis es un crimen de odio. Su deceso a causa de la brutalidad policial de un oficial angloamericano que lo asfixió es un asesinato, no otra cosa y no hay presunción de delito alguna que justifique tal acción.

El pueblo cubano se siente amigo y hermano del pueblo estadounidense. Muchos son los lazos históricos y culturales que unen a ambas naciones. Muchos también pudieran ser sus vínculos políticos y económicos, si no fuera por la agresividad de las administraciones de Washington desde 1959 hacia la Revolución Cubana y en grado superlativo, si no fuera por la intolerancia y la obsesión del último inquilino de la Casa Blanca.

El pueblo noble de la patria de Martí y Maceo no se alegra del sufrimiento de la patria de Lincoln. Igual que el bloqueo económico, comercial y financiero que impone desde hace seis décadas al pueblo de Cuba el sector más recalcitrante de la élite de poder de Estados Unidos, es condenado por el pueblo noble de ese propio país, Cuba condena enérgicamente la violación de los derechos humanos en los Estados Unidos.

El pueblo cubano, por su evolución histórica y su composición étnica, es mestizo y de naturaleza inclusivo e integracionista más allá de la persistencia de prejuicios lacerantes por el color de la piel que practican algunos como consecuencia de condiciones de desigualdad heredadas de la esclavitud colonial y una república neocolonial precisamente influenciada por la ideología impuesta por Estados Unidos.

En concordancia con nuestra vocación de integración social observamos con intranquilidad el resurgimiento en la sociedad norteamericana de ideas supremacistas blancas discriminatorias de las minorías nacionales y sobre todo de las comunidades afroamericanas y latinas, que son las más numerosas entre las minorías de aquel país.

El asesinato de George Floyd en Minneapolis es una muestra de la implementación de esas ideas. Su deceso a causa de la brutalidad policial de un oficial angloamericano que lo asfixió es un asesinato, no otra cosa y no hay presunción de delito alguna que justifique tal acción. La realidad es que, bajo la tiranía de Donald Trump, se sienten cómodos “a su aire y a sus anchas” el KuKluxKlan, el neonazismo y toda corriente hegemónica y supremacista blanca.

La Comisión José Antonio Aponte, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, se une a los buenos oficios de sus hermanos estadounidenses blancos, negros, latinos, nativo-americanos, asiáticos y de cualquier segmento étnico, que cierran filas contra la violación de los derechos humanos y se enfrentan al odio étnico y la discriminación racial.

Estamos del lado de los aman y fundan la patria igualitaria de Lincoln y en contra de los que odian a sus semejantes y construyen el imperio de la inequidad y la discriminación. La lucha por los derechos civiles de las minorías en Estados Unidos a todas luces no ha terminado pero su conclusión no necesita de más asesinatos como el de George Floyd.

Comisión José Antonio Aponte
Unión de Escritores y Artistas de Cuba

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